29.3

La membresía en órdenes o sociedades secretas sujetas a juramento que incluye, pero no se limita a tales como la masonería. La naturaleza pseudo-religiosa de tales organizaciones diluye el compromiso del cristiano. El carácter secreto de éstas se contrapone al testimonio público del cristiano. Este asunto se trata conjuntamente con el párrafo 112.1 que se refiere a la membresía de la iglesia.

(1 Corintios 1:26–31; 2 Corintios 6:14–7:1; Efesios 5:11–16; Santiago 4:4; 1 Juan 2:15–17)

29.4

Todas las formas de baile que desvían del crecimiento espiritual y destruyen las inhibiciones morales y la reserva apropiadas.

(Mateo 22:36–39; Romanos 12:1–2; 1 Corintios 10:31–33; Filipenses 1:9–11; Colosenses 3:1–17)

29.5

El uso de licores embriagantes como bebida o negociar con ellos; influir o votar para licenciar lugares para la venta de los mismos; el uso de drogas ilícitas o traficar con ellas; el uso de tabaco en cualquier forma o negociar con él.

Tomando en cuenta las Sagradas Escrituras y la experiencia humana en lo concerniente a las consecuencias destructivas del uso de alcohol como bebida, y considerando los hallazgos de la ciencia médica respecto al efecto dañino del alcohol y el tabaco para el cuerpo y la mente, como una comunidad de fe comprometida a llevar una vida santa, nuestra posición y práctica es la abstinencia en vez de la moderación. La Sagrada Escritura enseña que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo. Con amor y el deseo de cuidar de nosotros mismos y los demás, instamos a nuestra feligresía a abstenerse de toda bebida embriagante.
Además, nuestra responsabilidad social cristiana nos llama a utilizar todo medio legítimo y legal para minimizar la disponibilidad de bebidas alcohólicas y tabaco para otras personas. La extensa incidencia de alcoholismo en nuestro mundo demanda que sostengamos una posición que sirva como testimonio para los demás. (903.12-14)

(Proverbios 20:1; 23:29–24:2; Oseas 4:10–11; Habacuc 2:5; Romanos 13:8; 14:15–21; 15:1–2; 1 Corintios 3:16–17; 6:9–12, 19–20; 10:31–33; Gálatas 5:13–14, 21; Efesios 5:18)

(Sólo jugo de uva sin fermentar deberá usarse en el sacramento de la Santa Cena.) (514.9; 530.7; 531.2; 532.1; 802)

30

La familia cristiana, unida en lazo común por medio de Jesucristo es un círculo de amor, compañerismo y adoración que debe ser cultivado encarecidamente en esta sociedad en la que los lazos familiares fácilmente se disuelven. Encargamos a los ministros y a las congregaciones de nuestra iglesia las enseñanzas y prácticas que fortalezcan y desarrollen los lazos familiares. En particular, exhortamos a los ministros respecto a la importancia de enseñar y predicar claramente el plan bíblico de la permanencia del matrimonio.
La institución del matrimonio fue ordenada por Dios cuando el hombre era inocente, y es, según la autoridad apostólica, “honroso… en todos”; es la unión mutua de un varón y una mujer para compañerismo, ayuda mutua y propagación de la raza. Nuestra feligresía debe apreciar este estado sagrado como conviene a los cristianos y debe contraerlo sólo después de ferviente oración pidiendo la dirección divina y cuando estén seguros de que tal unión está de acuerdo con los requisitos bíblicos.
Los desposados deben buscar con vehemencia las bendiciones que Dios ha ordenado respecto al estado marital, es decir, el compañerismo santo, la paternidad y el amor mutuo — elementos con que se edifica el hogar. El pacto matrimonial es moralmente obligatorio mientras ambos cónyuges vivan y romperlo es una violación del plan divino de la perpetuidad del matrimonio.

(Génesis 1:26–28, 31; 2:21–24; Malaquías 2:13–16; Mateo 19:39; Juan 2:1–11; Efesios 5:21–6:4; 1 Tesalonicenses 4:3–8; Hebreos 13:4)

30.1

En la enseñanza bíblica, el matrimonio es el compromiso mutuo de por vida entre un hombre y una mujer, y refleja el amor sacrificial de Cristo por la iglesia. Como tal, el propósito es que el matrimonio sea permanente y el divorcio es una infracción a la clara enseñanza de Cristo. Tal infracción, sin embargo, no está fuera del alcance del perdón por la gracia de Dios, cuando ésta se busca en arrepentimiento, fe y humildad. Se reconoce que a algunos se les impone el divorcio contra su voluntad o son compelidos a recurrir a él por razones de protección legal o física.

(Génesis 2:21–24; Marcos 10:2–12; Lucas 7:36–50; 16:18; Juan 7:53–8:11; 1 Corintios 6:9–11; 7:10–16; Efesios 5:25–33)

30.2

Se instruye a los ministros de la Iglesia del Nazareno que traten con la seriedad debida los asuntos relacionados con la celebración de matrimonios. Deben tratar, en toda manera posible, de comunicar a sus congregaciones el carácter sagrado del matrimonio cristiano. Antes de realizar el casamiento, proveerán consejería en todos los casos en que sea posible, incluyendo orientación espiritual apropiada para quienes hayan pasado por la experiencia del divorcio. Solamente solemnizarán el matrimonio de personas que tengan las bases bíblicas para el mismo.
El matrimonio, según la Biblia, solo existe para una relación entre un hombre y una mujer. (30-30.1; 32; 514.10; 536.16)

30.3

Los miembros de la Iglesia del Nazareno que se encuentren involucrados en una situación de infelicidad conyugal deben buscar, en oración, un curso redentor de acción, en plena armonía con sus votos y con las claras enseñanzas de las Escrituras, con el propósito de salvar su hogar y salvaguardar el buen nombre de Cristo y de su iglesia. Las parejas que estén experimentando problemas matrimoniales serios deben buscar el consejo y la guía de su pastor y/o cualquier otro líder espiritual apropiado. El no cumplir con estos pasos de buena fe y con el deseo sincero de buscar una solución cristiana, y obtener subsecuentemente el divorcio y contraer nuevas nupcias, podría resultar en que uno o ambos cónyuges queden sujetos a la disciplina prescrita en los párrafos 504-504.2 y 605-605.12.

30.4

Debido a la ignorancia, el pecado y las flaquezas humanas, muchas personas en nuestra sociedad no cumplen a cabalidad con el plan divino. Creemos que Cristo puede redimir a estas personas, tal como lo hizo con la mujer junto al pozo de Samaria, y que pecar contra el plan de Dios para el matrimonio, no sitúa a la persona fuera del alcance de la gracia perdonadora del evangelio. Cuando el matrimonio se haya disuelto y se hayan contraído nuevas nupcias, se exhorta a los cónyuges a que busquen la gracia de Dios y su ayuda redentora en la relación marital. Tales personas pueden ser recibidas en la membresía de la iglesia cuando hayan dado evidencia de regeneración y de que han entendido la santidad del matrimonio cristiano. (27; 107.1)

31

La Iglesia del Nazareno cree que la vida humana es sagrada y se esfuerza por protegerla contra el aborto, la investigación de las células madre del embrión humano, la eutanasia y la negación de cuidado médico razonable a los incapacitados o a los ancianos.

31.1

El aborto inducido. La Iglesia del Nazareno afirma lo sagrado de la vida humana como lo ha establecido Dios el Creador y cree que se extiende al niño que aún no nació. La vida es un regalo de Dios. Toda vida humana, incluyendo el desarrollo de la vida en la matriz, es creada por Dios a Su imagen y, por lo tanto, debe ser nutrida, sostenida y protegida. Desde el momento de la concepción, un niño es un ser humano con todas las características de la vida humana en desarrollo y esta vida depende de la madre para su desarrollo continuo. Por tanto, creemos que la vida humana debe ser respetada y protegida desde el momento de la concepción. Nos oponemos al aborto inducido por todo medio, cuando sea utilizado ya sea por conveniencia personal o para el control de la población. Nos oponemos a las leyes que autorizan el aborto. Considerando que se dan raros casos pero reales de condiciones médicas en las que la madre o el niño aún no nacido, o ambos, corren peligro de no sobrevivir al parto, la terminación del embarazo deberá realizarse sólo después de asesoría médica competente y consejo espiritual.
La oposición responsable al aborto demanda nuestro compromiso de iniciar y apoyar programas designados para proveer cuidado para madres y niños. La crisis de un embarazo no deseado requiere que la comunidad de creyentes (representada sólo por aquellos que deban saber de la crisis) provea un ambiente de amor, oración y consejo. En tales casos, el apoyo puede tomar la forma de centros de orientación, casas de asilo para madres embarazadas y la creación o utilización de servicios de adopción cristianos.
La Iglesia del Nazareno reconoce que la consideración del aborto como medio para terminar un embarazo no deseado con frecuencia ocurre porque se han pasado por alto las normas cristianas de responsabilidad sexual. Por tanto, la iglesia hace un llamado a las personas a practicar la ética del Nuevo Testamento en lo relacionado con la sexualidad humana y a tratar el tema del aborto dentro del marco más amplio de los principios bíblicos que proporcionan dirección para tomar decisiones morales.

(Génesis 2:7; 9:6; Éxodo 20:13; 21:12–16, 22–25; Levítico 18:21; Job 31:15; Salmos 22:9; 139:3–16; Isaías 44:2, 24; 49:5; Jeremías 1:5; Lucas 1:15, 23–25, 36-45; Hechos 17:25; Romanos 12:1-2; 1 Corintios 6:16; 7:1ss.; 1 Tesalonicenses 4:3–6)

La Iglesia del Nazareno también reconoce que muchos han sido afectados por la tragedia del aborto. Se exhorta a cada congregación local y a cada miembro personalmente a ofrecer el mensaje del perdón de Dios para cada persona que ha experimentado un aborto. Nuestras congregaciones locales están para ser comunidades de redención y esperanza para todos los que sufren el dolor físico, emocional y espiritual como resultado de la interrupción voluntaria de un embarazo.

(Romanos 3:22-24; Gálatas 6:1)