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La Iglesia del Nazareno considera la sexualidad humana como una expresión de la santidad y belleza que Dios el Creador deseó dar a su creación. Es una de las formas en que se sella y expresa el pacto entre el esposo y la esposa. Los cristianos deben comprender que en el matrimonio, la sexualidad humana puede y debe ser santificada por Dios. La sexualidad humana se realiza plenamente sólo como una señal de amor y lealtad totales.
Los cónyuges cristianos deben considerar la sexualidad como parte de un compromiso mucho más amplio, del uno con el otro y con Cristo, de quien aprendemos el significado de la vida. El hogar cristiano debe servir como el lugar para enseñar a los niños el carácter sagrado de la sexualidad humana y para enseñarles cómo se cumple su significado en el contexto de amor, fidelidad y paciencia.
Nuestros ministros y educadores cristianos deben declarar con claridad la comprensión cristiana de la sexualidad humana, instando a los creyentes a celebrar su excelencia legítima y a protegerla rigurosamente contra toda traición y distorsión de ella.
La sexualidad no cumple su propósito cuando se considera como fin en sí misma o cuando se degrada al usar a otra persona para satisfacer intereses sexuales pornográficos y pervertidos. Consideramos que todas las formas de intimidad sexual practicadas fuera del pacto del matrimonio heterosexual son distorsiones pecaminosas de la santidad y de la belleza que Dios se propuso darle.
La homosexualidad es un medio por el que se pervierte la sexualidad humana. Reconocemos la profundidad de la perversión que conduce a actos homosexuales, pero afirmamos la posición bíblica de que tales actos son pecaminosos y están sujetos a la ira de Dios. Creemos que la gracia de Dios es suficiente para poner fin a la práctica del homosexualismo (1 Corintios 6:9–11). Deploramos cualquier acción o declaración que pudiera implicar que la moralidad cristiana y la práctica de la homosexualidad son compatibles. Instamos a predicar y enseñar claramente las normas bíblicas de la moralidad sexual.

(Génesis 1:27; 19:1–25; Levítico 20:13; Romanos 1:26–27; 1 Corintios 6:9–11; 1 Timoteo 1:8–10)