8

Creemos que el arrepentimiento, que es un cambio sincero y completo de la mente respecto al pecado, con el reconocimiento de culpa personal y la separación voluntaria del pecado, se exige de todos los que por acción o propósito han llegado a ser pecadores contra Dios. El Espíritu de Dios da a todos los que quieran arrepentirse la ayuda benigna de la contrición de corazón y la esperanza de misericordia para que puedan creer a fin de recibir perdón y vida espiritual.

(2 Crónicas 7:14; Salmos 32:5–6; 51:1–17; Isaías 55:6–7; Jeremías 3:12–14; Ezequiel 18:30–32; 33:14–16; Marcos 1:14–15; Lucas 3:1–14; 13:1–5; 18:9–14; Hechos 2:38; 3:19; 5:31; 17:30–31; 26:16–18; Romanos 2:4; 2 Corintios 7:8–11; 1 Tesalonicenses 1:9; 2 Pedro 3:9)

9

Creemos que la justificación es aquel acto benigno y judicial de Dios, por el cual Él concede pleno perdón de toda culpa, la remisión completa de la pena por los pecados cometidos y la aceptación como justos de los que creen en Jesucristo y lo reciben como Salvador y Señor.

9.1

Creemos que la regeneración, o nuevo nacimiento, es aquella obra de gracia de Dios, por la cual la naturaleza moral del creyente arrepentido es vivificada espiritualmente y recibe una vida distintivamente espiritual, capaz de experimentar fe, amor y obediencia.

9.2

Creemos que la adopción es aquel acto benigno de Dios, por el cual el creyente justificado y regenerado se constituye en hijo de Dios.

9.3

Creemos que la justificación, la regeneración y la adopción son simultáneas en la experiencia de los que buscan a Dios y se obtienen por el requisito de la fe, precedida por el arrepentimiento y que el Espíritu Santo da testimonio de esta obra y estado de gracia.

(Lucas 18:14; Juan 1:12–13; 3:3–8; 5:24; Hechos 13:39; Romanos 1:17; 3:2126, 28; 4:5–9, 17–25; 5:1, 16–19; 6:4; 7:6; 8:1, 15–17; 1 Co-rintios 1:30; 6:11; 2 Corintios 5:17–21; Gálatas 2:16–21; 3:1–14, 26; 4:4–7; Efesios 1:6–7; 2:1, 4–5; Filipenses 3:3–9; Colosenses 2:13; Tito 3:4–7; 1 Pedro 1:23; 1 Juan 1:9; 3:1–2, 9; 4:7; 5:1, 9–13, 18)

10

Creemos que la santificación es la obra de Dios por medio de la cual transforma a los creyentes a la semejanza de Cristo. Ésta es efectuada mediante la gracia de Dios por el Espíritu Santo en la santificación inicial, o regeneración (simultánea a la justificación), la entera santificación y la obra continua de perfeccionamiento del creyente por el Espíritu Santo, culminando en la glorificación, en la cual somos completamente conformados a la imagen del Hijo.
Creemos que la entera santificación es el acto de Dios, subsecuente a la regeneración, por el cual los creyentes son hechos libres del pecado original o depravación, y son llevados a un estado de entera devoción a Dios y a la santa obediencia de amor hecho perfecto.
Es efectuada por la llenura o el bautismo con el Espíritu Santo; y en una sola experiencia incluye la limpieza de pecado del corazón y la morada permanente y continua del Espíritu Santo, capacitando al creyente para la vida y el servicio.
La entera santificación es provista por la sangre de Jesús, efectuada instantáneamente por la gracia mediante la fe y precedida por la entera consagración. El Espíritu Santo da testimonio de esta obra y estado de gracia.
Esta experiencia se conoce también con varios nombres que representan sus diferentes fases, tales como “la perfección cristiana”, “el amor perfecto”, “la pureza de corazón”, “la llenura o el bautismo con el Espíritu Santo”, “la plenitud de la bendición” y “la santidad cristiana”.

10.1

Creemos que hay una clara distinción entre el corazón puro y el carácter maduro. El primero se obtiene instantáneamente como resultado de la entera santificación; el segundo es resultado del crecimiento en la gracia.
Creemos que la gracia de la entera santificación incluye el impulso divino para crecer en gracia como discípulo semejante a Cristo. Sin embargo, este impulso se debe cultivar conscientemente, y se debe dar atención cuidadosa a los requisitos y procesos del desarrollo espiritual y mejoramiento de carácter y personalidad en semejanza a Cristo. Sin ese esfuerzo con tal propósito, el testimonio de uno puede debilitarse, y la gracia puede entorpecerse y finalmente perderse.
Al participar en los medios de gracia, especialmente en la comunión cristiana, en las disciplinas espirituales y en los sacramentos de la iglesia, los creyentes crecen en gracia y en amor sincero para con Dios y con el prójimo.

(Jeremías 31:31–34; Ezequiel 36:25–27; Malaquías 3:2–3; Mateo 3:11–12; Lucas 3:16–17; Juan 7:37–39; 14:15–23; 17:6–20; Hechos 1:5; 2:1–4; 15:8–9; Romanos 6:11–13, 19; 8:1–4, 8–14; 12:1–2; 2 Co-rintios 6:14–7:1; Gálatas 2:20; 5:16–25; Efesios 3:14–21; 5:17–18, 25–27; Filipenses 3:10–15; Colosenses 3:1–17; 1 Tesalonicenses 5:23–24; Hebreos 4:9–11; 10:10–17; 12:1–2; 13:12; 1 Juan 1:7, 9)
(“Perfección cristiana”, “amor perfecto”: Deuteronomio 30:6; Mateo 5:43–48; 22:37–40; Romanos 12:9–21; 13:8–10; 1 Corintios 13; Filipenses 3:10–15; Hebreos 6:1; 1 Juan 4:17–18
“Pureza de corazón”: Mateo 5:8; Hechos 15:8–9; 1 Pedro 1:22; 1 Juan 3:3
“La llenura o el bautismo con el Espíritu Santo”: Jeremías 31:31–34; Ezequiel 36:25–27; Malaquías 3:2–3; Mateo 3:11–12; Lucas 3:16–17; Hechos 1:5; 2:1–4; 15:8–9
“Plenitud de la bendición”: Romanos 15:29
“Santidad cristiana”: Mateo 5:1–7:29; Juan 15:1–11; Romanos 12:1–15:3; 2 Corintios 7:1; Efesios 4:17–5:20; Filipenses 1:9–11; 3:12–15; Colosenses 2:20–3:17; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:7–8; 5:23; 2 Timoteo 2:19-22; Hebreos 10:19–25; 12:14; 13:20–21; 1 Pedro 1:15–16; 2 Pedro 1:1–11; 3:18; Judas 20–21)

11

Creemos en la Iglesia, la comunidad que confiesa a Jesucristo como Señor, el pueblo del pacto de Dios renovado en Cristo, el Cuerpo de Cristo llamado a ser uno por el Espíritu Santo mediante la Palabra.
Dios llama a la Iglesia a expresar su vida en la unidad y la comunión del Espíritu; en adoración por medio de la predicación de la Palabra de Dios, en la observancia de los sacramentos y el ministerio en su nombre; en la obediencia a Cristo, la vida santa y la mutua rendición de cuentas.
La misión de la Iglesia en el mundo es compartir la obra redentora y el ministerio reconciliador de Cristo en el poder del Espíritu, La Iglesia cumple su misión haciendo discípulos mediante el evangelismo, la educación, mostrando compasión, trabajando por la justicia y dando testimonio al reino de Dios.
La Iglesia es una realidad histórica que se organiza en formas culturalmente adaptadas; existe tanto como congregaciones locales y como cuerpo universal; aparta a personas llamadas por Dios para ministerios específicos. Dios llama a la iglesia a vivir bajo su gobierno en anticipación de la consumación en la venida de nuestro Señor Jesucristo.

(Éxodo 19:3; Jeremías 31:33; Mateo 8:11; 10:7; 16:13–19, 24; 18:15–20; 28:19–20; Juan 17:14–26; 20:21–23; Hechos 1:7–8; 2:32–47; 6:1–2; 13:1; 14:23; Romanos 2:28–29; 4:16; 10:9–15; 11:13–32; 12:1–8; 15:1–3; 1 Corintios 3:5–9; 7:17; 11:1, 17–33; 12:3, 12–31; 14:26–40; 2 Corintios 5:11–6:1; Gálatas 5:6, 13–14; 6:1–5, 15; Efesios 4:1–17; 5:25–27; Filipenses 2:1–16; 1 Tesalonicenses 4:1–12; 1 Timo-teo 4:13; Hebreos 10:19–25; 1 Pedro 1:1–2, 13; 2:4–12, 21; 4:1–2, 10–11; 1 Juan 4:17; Judas 24; Apocalipsis 5:9–10)

12

Creemos que el bautismo cristiano, ordenado por nuestro Señor, es un sacramento que significa la aceptación de los beneficios de la expiación de Jesucristo, que debe administrarse a los creyentes, y que declara su fe en Jesucristo como su Salvador y su pleno propósito de obediencia en santidad y justicia. Como el bautismo es un símbolo del nuevo pacto, se puede bautizar a niños pequeños, a petición de sus padres o tutores, quienes prometerán la enseñanza cristiana necesaria.
El bautismo puede ser administrado por aspersión, afusión o inmersión, según la preferencia del candidato.

(Mateo 3:1–7; 28:16–20; Hechos 2:37–41; 8:35–39; 10:44–48; 16:29–34; 19:16; Romanos 6:3–4; Gálatas 3:26–28; Colosenses 2:12; 1 Pedro 3:18–22)

13

Creemos que la cena conmemorativa y de comunión instituida por nuestro Señor y Salvador Jesucristo es esencialmente un sacramento del Nuevo Testamento, que declara su muerte expiatoria, por cuyos méritos los creyentes tienen vida y salvación, y la promesa de todas las bendiciones espirituales en Cristo. Es distintivamente para aquellos que están preparados para apreciar con reverencia su significado y por ella anuncian la muerte del Señor hasta que Él venga otra vez. Siendo la fiesta de comunión, sólo aquellos que tienen fe en Cristo y amor para los santos deben ser llamados a participar en ella.

(Éxodo 12:1–14; Mateo 26:26–29; Marcos 14:22–25; Lucas 22:17–20; Juan 6:28–58; 1 Corintios 10:14–21; 11:23–32)