5.3

Creemos que el pecado actual o personal es la violación voluntaria de una ley conocida de Dios cometida por una persona moralmente responsable. Por tanto, no debe ser confundido con fallas involuntarias o inevitables, debilidades, faltas, errores, fracasos u otras desviaciones de una norma de conducta perfecta, los cuales son residuos de la caída. Sin embargo, tales efectos inocentes no incluyen actitudes o respuestas contrarias al Espíritu de Cristo, las que pueden llamarse propiamente pecados del espíritu. Creemos que el pecado personal es primordial y esencialmente una violación de la ley del amor y que, en relación con Cristo, el pecado puede definirse como incredulidad.

(Pecado original: Génesis 3; 6:5; Job 15:14; Salmos 51:5; Jeremías 17:9–10; Marcos 7:21–23; Romanos 1:18–25; 5:12–14; 7:1–8:9; 1 Corintios 3:1–4; Gálatas 5:16–25; 1 Juan 1:7–8 Pecado personal: Mateo 22:36–40 [con 1 Juan 3:4]; Juan 8:34–36; 16:8–9; Romanos 3:23; 6:15–23; 8:18–24; 14:23; 1 Juan 1:9–2:4; 3:7–10)

6

Creemos que Jesucristo por sus sufrimientos, por el derramamiento de su preciosa sangre y por su muerte en la cruz hizo una expiación plena por todo el pecado de la humanidad, y que esta expiación es la única base de la salvación y que es suficiente para todo individuo de la raza de Adán. La expiación es misericordiosamente eficaz para la salvación de aquellos incapaces de responsabilidad moral y para los niños en su inocencia, pero para los que llegan a la edad de responsabilidad es eficaz para su salvación solamente cuando se arrepienten y creen.

(Isaías 53:5–6, 11; Marcos 10:45; Lucas 24:46–48; Juan 1:29; 3:14–17; Hechos 4:10–12; Romanos 3:21–26; 4:17–25; 5:6–21; 1 Corin-tios 6:20; 2 Corintios 5:14–21; Gálatas 1:3–4; 3:13–14; Colosenses 1:19–23; 1 Timoteo 2:3–6; Tito 2:11–14; Hebreos 2:9; 9:11–14; 13:12; 1 Pedro 1:18–21; 2:19–25; 1 Juan 2:1–2)

7

Creemos que la creación de la raza humana a la imagen de Dios incluyó la capacidad de decidir entre el bien y el mal y que, por tanto, los seres humanos fueron hechos moralmente responsables; que a través de la caída de Adán ellos se tornaron depravados, de tal modo que ahora no pueden, por sí mismos y por sus capacidades y obras, volver a la fe e invocar a Dios. Pero también creemos que la gracia de Dios, por medio de Jesucristo, se concede gratuitamente a todas las personas, capacitando a todos los que quieran, para volverse del pecado a la justicia, para creer en Jesucristo y recibir perdón y limpieza del pecado, y para seguir las buenas obras agradables y aceptables ante Él. Creemos que todas las personas, aunque posean la experiencia de la regeneración y de la entera santificación, pueden caer de la gracia y apostatar y, a menos que se arrepientan de sus pecados, se perderán eternalmente y sin esperanza.

(Semejanza divina y responsabilidad moral: Génesis 1:26–27; 2:16–17; Deuteronomio 28:1–2; 30:19; Josué 24:15; Salmos 8:3–5; Isaías 1:8–10; Jeremías 31:29–30; Ezequiel 18:1–4; Miqueas 6:8; Romanos 1:19–20; 2:1–16; 14:7–12; Gálatas 6:7–8
Incapacidad natural: Job 14:4; 15:14; Salmos 14:1–4; 51:5; Juan 3:6a; Romanos 3:10–12; 5:12–14, 20a; 7:14–25
Don de gracia y obras de fe: Ezequiel 18:25–26; Juan 1:12–13; 3:6b; Hechos 5:31; Romanos 5:6–8, 18; 6:15–16, 23; 10:6–8; 11:22; 1 Corintios 2:9–14; 10:112; 2 Corintios 5:18–19; Gálatas 5:6; Efe-sios 2:8–10; Filipenses 2:12–13; Colosenses 1:21–23; 2 Timoteo 4:10a; Tito 2:11–14; Hebreos 2:1–3; 3:12–15; 6:4–6; 10:26–31; San-tiago 2:18–22; 2 Pedro 1:10–11; 2:20–22)

8

Creemos que el arrepentimiento, que es un cambio sincero y completo de la mente respecto al pecado, con el reconocimiento de culpa personal y la separación voluntaria del pecado, se exige de todos los que por acción o propósito han llegado a ser pecadores contra Dios. El Espíritu de Dios da a todos los que quieran arrepentirse la ayuda benigna de la contrición de corazón y la esperanza de misericordia para que puedan creer a fin de recibir perdón y vida espiritual.

(2 Crónicas 7:14; Salmos 32:5–6; 51:1–17; Isaías 55:6–7; Jeremías 3:12–14; Ezequiel 18:30–32; 33:14–16; Marcos 1:14–15; Lucas 3:1–14; 13:1–5; 18:9–14; Hechos 2:38; 3:19; 5:31; 17:30–31; 26:16–18; Romanos 2:4; 2 Corintios 7:8–11; 1 Tesalonicenses 1:9; 2 Pedro 3:9)

9

Creemos que la justificación es aquel acto benigno y judicial de Dios, por el cual Él concede pleno perdón de toda culpa, la remisión completa de la pena por los pecados cometidos y la aceptación como justos de los que creen en Jesucristo y lo reciben como Salvador y Señor.

9.1

Creemos que la regeneración, o nuevo nacimiento, es aquella obra de gracia de Dios, por la cual la naturaleza moral del creyente arrepentido es vivificada espiritualmente y recibe una vida distintivamente espiritual, capaz de experimentar fe, amor y obediencia.

9.2

Creemos que la adopción es aquel acto benigno de Dios, por el cual el creyente justificado y regenerado se constituye en hijo de Dios.

9.3

Creemos que la justificación, la regeneración y la adopción son simultáneas en la experiencia de los que buscan a Dios y se obtienen por el requisito de la fe, precedida por el arrepentimiento y que el Espíritu Santo da testimonio de esta obra y estado de gracia.

(Lucas 18:14; Juan 1:12–13; 3:3–8; 5:24; Hechos 13:39; Romanos 1:17; 3:2126, 28; 4:5–9, 17–25; 5:1, 16–19; 6:4; 7:6; 8:1, 15–17; 1 Co-rintios 1:30; 6:11; 2 Corintios 5:17–21; Gálatas 2:16–21; 3:1–14, 26; 4:4–7; Efesios 1:6–7; 2:1, 4–5; Filipenses 3:3–9; Colosenses 2:13; Tito 3:4–7; 1 Pedro 1:23; 1 Juan 1:9; 3:1–2, 9; 4:7; 5:1, 9–13, 18)

10

Creemos que la santificación es la obra de Dios por medio de la cual transforma a los creyentes a la semejanza de Cristo. Ésta es efectuada mediante la gracia de Dios por el Espíritu Santo en la santificación inicial, o regeneración (simultánea a la justificación), la entera santificación y la obra continua de perfeccionamiento del creyente por el Espíritu Santo, culminando en la glorificación, en la cual somos completamente conformados a la imagen del Hijo.
Creemos que la entera santificación es el acto de Dios, subsecuente a la regeneración, por el cual los creyentes son hechos libres del pecado original o depravación, y son llevados a un estado de entera devoción a Dios y a la santa obediencia de amor hecho perfecto.
Es efectuada por la llenura o el bautismo con el Espíritu Santo; y en una sola experiencia incluye la limpieza de pecado del corazón y la morada permanente y continua del Espíritu Santo, capacitando al creyente para la vida y el servicio.
La entera santificación es provista por la sangre de Jesús, efectuada instantáneamente por la gracia mediante la fe y precedida por la entera consagración. El Espíritu Santo da testimonio de esta obra y estado de gracia.
Esta experiencia se conoce también con varios nombres que representan sus diferentes fases, tales como “la perfección cristiana”, “el amor perfecto”, “la pureza de corazón”, “la llenura o el bautismo con el Espíritu Santo”, “la plenitud de la bendición” y “la santidad cristiana”.

10.1

Creemos que hay una clara distinción entre el corazón puro y el carácter maduro. El primero se obtiene instantáneamente como resultado de la entera santificación; el segundo es resultado del crecimiento en la gracia.
Creemos que la gracia de la entera santificación incluye el impulso divino para crecer en gracia como discípulo semejante a Cristo. Sin embargo, este impulso se debe cultivar conscientemente, y se debe dar atención cuidadosa a los requisitos y procesos del desarrollo espiritual y mejoramiento de carácter y personalidad en semejanza a Cristo. Sin ese esfuerzo con tal propósito, el testimonio de uno puede debilitarse, y la gracia puede entorpecerse y finalmente perderse.
Al participar en los medios de gracia, especialmente en la comunión cristiana, en las disciplinas espirituales y en los sacramentos de la iglesia, los creyentes crecen en gracia y en amor sincero para con Dios y con el prójimo.

(Jeremías 31:31–34; Ezequiel 36:25–27; Malaquías 3:2–3; Mateo 3:11–12; Lucas 3:16–17; Juan 7:37–39; 14:15–23; 17:6–20; Hechos 1:5; 2:1–4; 15:8–9; Romanos 6:11–13, 19; 8:1–4, 8–14; 12:1–2; 2 Co-rintios 6:14–7:1; Gálatas 2:20; 5:16–25; Efesios 3:14–21; 5:17–18, 25–27; Filipenses 3:10–15; Colosenses 3:1–17; 1 Tesalonicenses 5:23–24; Hebreos 4:9–11; 10:10–17; 12:1–2; 13:12; 1 Juan 1:7, 9)
(“Perfección cristiana”, “amor perfecto”: Deuteronomio 30:6; Mateo 5:43–48; 22:37–40; Romanos 12:9–21; 13:8–10; 1 Corintios 13; Filipenses 3:10–15; Hebreos 6:1; 1 Juan 4:17–18
“Pureza de corazón”: Mateo 5:8; Hechos 15:8–9; 1 Pedro 1:22; 1 Juan 3:3
“La llenura o el bautismo con el Espíritu Santo”: Jeremías 31:31–34; Ezequiel 36:25–27; Malaquías 3:2–3; Mateo 3:11–12; Lucas 3:16–17; Hechos 1:5; 2:1–4; 15:8–9
“Plenitud de la bendición”: Romanos 15:29
“Santidad cristiana”: Mateo 5:1–7:29; Juan 15:1–11; Romanos 12:1–15:3; 2 Corintios 7:1; Efesios 4:17–5:20; Filipenses 1:9–11; 3:12–15; Colosenses 2:20–3:17; 1 Tesalonicenses 3:13; 4:7–8; 5:23; 2 Timoteo 2:19-22; Hebreos 10:19–25; 12:14; 13:20–21; 1 Pedro 1:15–16; 2 Pedro 1:1–11; 3:18; Judas 20–21)