2

Creemos en Jesucristo, la Segunda Persona de la Divina Trinidad; que Él es eternalmente es uno con el Padre; que se encarnó por obra del Espíritu Santo y que nació de la virgen María, de manera que dos naturalezas enteras y perfectas, es decir, la deidad y la humanidad, fueron unidas en una persona, verdadero Dios y verdadero hombre, el Dios-hombre.

Creemos que Jesucristo murió por nuestros pecados, y que ciertamente se levantó de entre los muertos y tomó otra vez su cuerpo, junto con todo lo perteneciente a la perfección de la naturaleza humana, con el cual ascendió al cielo y está allí intercediendo por nosotros.

(Mateo 1:20–25; 16:15–16; Lucas 1:26–35; Juan 1:1-18; Hechos 2:22–36; Romanos 8:3, 32-34; Gálatas 4:4-5; Filipenses 2:5–11; Colosenses 1:12–22; 1 Timoteo 6:14–16; Hebreos 1:1–5; 7:22–28; 9:24–28; 1 Juan 1:1–3; 4:2-3, 15)

6

Creemos que Jesucristo por sus sufrimientos, por el derramamiento de su preciosa sangre y por su muerte en la cruz hizo una expiación plena por todo el pecado de la humanidad, y que esta expiación es la única base de la salvación y que es suficiente para todo individuo de la raza de Adán. La expiación es misericordiosamente eficaz para la salvación de aquellos incapaces de responsabilidad moral y para los niños en su inocencia, pero para los que llegan a la edad de responsabilidad es eficaz para su salvación solamente cuando se arrepienten y creen.

(Isaías 53:5–6, 11; Marcos 10:45; Lucas 24:46–48; Juan 1:29; 3:14–17; Hechos 4:10–12; Romanos 3:21–26; 4:17–25; 5:6–21; 1 Corin-tios 6:20; 2 Corintios 5:14–21; Gálatas 1:3–4; 3:13–14; Colosenses 1:19–23; 1 Timoteo 2:3–6; Tito 2:11–14; Hebreos 2:9; 9:11–14; 13:12; 1 Pedro 1:18–21; 2:19–25; 1 Juan 2:1–2)

20.8

Que nuestro Señor volverá, que los muertos resucitarán y que se llevará a cabo el juicio final.

31.6

Permitir la muerte. Cuando la muerte humana es inminente, creemos que se puede permitir, dentro de la práctica y fe cristiana, retirar los sistemas de mantenimiento de vida artificial o no someter al enfermo a ellos. Esto se aplica a casos de personas que se encuentran en estado vegetativo persistente y de aquellas para quienes el prolongarles la vida por la aplicación de medios extraordinarios no les da ninguna esperanza razonable de volver a gozar de salud. Creemos que cuando la muerte sea inminente no hay en la fe cristiana requerimiento que obligue a posponer artificialmente el proceso de la muerte. Como cristianos confiamos en la fidelidad de Dios y tenemos la esperanza de la vida eterna. Esto hace posible que los cristianos aceptemos la muerte como expresión de fe en Cristo, quien venció la muerte por nosotros y le quitó la victoria.