1

Creemos en un solo Dios eternamente existente e infinito, Creador y Sustentador, Soberano del universo; que sólo Él es Dios, santo en naturaleza, atributos y propósito. El Dios, quien es amor santo y luz es trino en su ser esencial, revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
(Génesis 1; Levítico 19:2; Deuteronomio 6:4–5; Isaías 5:16; 6:1–7; 40:18–31; Mateo 3:16–17; 28:19–20; Juan 14:6–27; 1 Corintios 8:6; 2 Corintios 13:14; Gálatas 4:4–6; Efesios 2:13–18, 1 Juan 1:5; 4:8)

2

Creemos en Jesucristo, la Segunda Persona de la Divina Trinidad; que Él es eternalmente es uno con el Padre; que se encarnó por obra del Espíritu Santo y que nació de la virgen María, de manera que dos naturalezas enteras y perfectas, es decir, la deidad y la humanidad, fueron unidas en una persona, verdadero Dios y verdadero hombre, el Dios-hombre.

Creemos que Jesucristo murió por nuestros pecados, y que ciertamente se levantó de entre los muertos y tomó otra vez su cuerpo, junto con todo lo perteneciente a la perfección de la naturaleza humana, con el cual ascendió al cielo y está allí intercediendo por nosotros.

(Mateo 1:20–25; 16:15–16; Lucas 1:26–35; Juan 1:1-18; Hechos 2:22–36; Romanos 8:3, 32-34; Gálatas 4:4-5; Filipenses 2:5–11; Colosenses 1:12–22; 1 Timoteo 6:14–16; Hebreos 1:1–5; 7:22–28; 9:24–28; 1 Juan 1:1–3; 4:2-3, 15)

6

Creemos que Jesucristo por sus sufrimientos, por el derramamiento de su preciosa sangre y por su muerte en la cruz hizo una expiación plena por todo el pecado de la humanidad, y que esta expiación es la única base de la salvación y que es suficiente para todo individuo de la raza de Adán. La expiación es misericordiosamente eficaz para la salvación de aquellos incapaces de responsabilidad moral y para los niños en su inocencia, pero para los que llegan a la edad de responsabilidad es eficaz para su salvación solamente cuando se arrepienten y creen.

(Isaías 53:5–6, 11; Marcos 10:45; Lucas 24:46–48; Juan 1:29; 3:14–17; Hechos 4:10–12; Romanos 3:21–26; 4:17–25; 5:6–21; 1 Corin-tios 6:20; 2 Corintios 5:14–21; Gálatas 1:3–4; 3:13–14; Colosenses 1:19–23; 1 Timoteo 2:3–6; Tito 2:11–14; Hebreos 2:9; 9:11–14; 13:12; 1 Pedro 1:18–21; 2:19–25; 1 Juan 2:1–2)

10

Creemos que la santificación es la obra de Dios por medio de la cual transforma a los creyentes a la semejanza de Cristo. Ésta es efectuada mediante la gracia de Dios por el Espíritu Santo en la santificación inicial, o regeneración (simultánea a la justificación), la entera santificación y la obra continua de perfeccionamiento del creyente por el Espíritu Santo, culminando en la glorificación, en la cual somos completamente conformados a la imagen del Hijo.
Creemos que la entera santificación es el acto de Dios, subsecuente a la regeneración, por el cual los creyentes son hechos libres del pecado original o depravación, y son llevados a un estado de entera devoción a Dios y a la santa obediencia de amor hecho perfecto.
Es efectuada por la llenura o el bautismo con el Espíritu Santo; y en una sola experiencia incluye la limpieza de pecado del corazón y la morada permanente y continua del Espíritu Santo, capacitando al creyente para la vida y el servicio.
La entera santificación es provista por la sangre de Jesús, efectuada instantáneamente por la gracia mediante la fe y precedida por la entera consagración. El Espíritu Santo da testimonio de esta obra y estado de gracia.
Esta experiencia se conoce también con varios nombres que representan sus diferentes fases, tales como “la perfección cristiana”, “el amor perfecto”, “la pureza de corazón”, “la llenura o el bautismo con el Espíritu Santo”, “la plenitud de la bendición” y “la santidad cristiana”.

11

Creemos en la Iglesia, la comunidad que confiesa a Jesucristo como Señor, el pueblo del pacto de Dios renovado en Cristo, el Cuerpo de Cristo llamado a ser uno por el Espíritu Santo mediante la Palabra.
Dios llama a la Iglesia a expresar su vida en la unidad y la comunión del Espíritu; en adoración por medio de la predicación de la Palabra de Dios, en la observancia de los sacramentos y el ministerio en su nombre; en la obediencia a Cristo, la vida santa y la mutua rendición de cuentas.
La misión de la Iglesia en el mundo es compartir la obra redentora y el ministerio reconciliador de Cristo en el poder del Espíritu, La Iglesia cumple su misión haciendo discípulos mediante el evangelismo, la educación, mostrando compasión, trabajando por la justicia y dando testimonio al reino de Dios.
La Iglesia es una realidad histórica que se organiza en formas culturalmente adaptadas; existe tanto como congregaciones locales y como cuerpo universal; aparta a personas llamadas por Dios para ministerios específicos. Dios llama a la iglesia a vivir bajo su gobierno en anticipación de la consumación en la venida de nuestro Señor Jesucristo.

(Éxodo 19:3; Jeremías 31:33; Mateo 8:11; 10:7; 16:13–19, 24; 18:15–20; 28:19–20; Juan 17:14–26; 20:21–23; Hechos 1:7–8; 2:32–47; 6:1–2; 13:1; 14:23; Romanos 2:28–29; 4:16; 10:9–15; 11:13–32; 12:1–8; 15:1–3; 1 Corintios 3:5–9; 7:17; 11:1, 17–33; 12:3, 12–31; 14:26–40; 2 Corintios 5:11–6:1; Gálatas 5:6, 13–14; 6:1–5, 15; Efesios 4:1–17; 5:25–27; Filipenses 2:1–16; 1 Tesalonicenses 4:1–12; 1 Timo-teo 4:13; Hebreos 10:19–25; 1 Pedro 1:1–2, 13; 2:4–12, 21; 4:1–2, 10–11; 1 Juan 4:17; Judas 24; Apocalipsis 5:9–10)

12

Creemos que el bautismo cristiano, ordenado por nuestro Señor, es un sacramento que significa la aceptación de los beneficios de la expiación de Jesucristo, que debe administrarse a los creyentes, y que declara su fe en Jesucristo como su Salvador y su pleno propósito de obediencia en santidad y justicia. Como el bautismo es un símbolo del nuevo pacto, se puede bautizar a niños pequeños, a petición de sus padres o tutores, quienes prometerán la enseñanza cristiana necesaria.
El bautismo puede ser administrado por aspersión, afusión o inmersión, según la preferencia del candidato.

(Mateo 3:1–7; 28:16–20; Hechos 2:37–41; 8:35–39; 10:44–48; 16:29–34; 19:16; Romanos 6:3–4; Gálatas 3:26–28; Colosenses 2:12; 1 Pedro 3:18–22)

13

Creemos que la cena conmemorativa y de comunión instituida por nuestro Señor y Salvador Jesucristo es esencialmente un sacramento del Nuevo Testamento, que declara su muerte expiatoria, por cuyos méritos los creyentes tienen vida y salvación, y la promesa de todas las bendiciones espirituales en Cristo. Es distintivamente para aquellos que están preparados para apreciar con reverencia su significado y por ella anuncian la muerte del Señor hasta que Él venga otra vez. Siendo la fiesta de comunión, sólo aquellos que tienen fe en Cristo y amor para los santos deben ser llamados a participar en ella.

(Éxodo 12:1–14; Mateo 26:26–29; Marcos 14:22–25; Lucas 22:17–20; Juan 6:28–58; 1 Corintios 10:14–21; 11:23–32)

15

Creemos que el Señor Jesucristo vendrá otra vez; que los que vivamos en el momento de su venida no precederemos a los que durmieron en Cristo Jesús; mas si hemos permanecido en Él, seremos arrebatados con los santos resucitados para reunirnos con el Señor en el aire, y estaremos siempre con Él.

(Mateo 25:31–46; Juan 14:1–3; Hechos 1:9–11; Filipenses 3:20–21; 1 Tesalonicenses 4:13–18; Tito 2:11–14; Hebreos 9:26–28; 2 Pedro 3:3–15; Apocalipsis 1:7–8; 22:7–20)

20.1

En un solo Dios —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

20.5

Que la expiación por medio de Jesucristo es para toda la raza humana; y que todo aquel que se arrepiente y cree en el Señor Jesucristo es justificado, regenerado y salvado del dominio del pecado.